Tengo ganas de escribir. Tengo ganas de
escribir cosas que me pasan por la cabeza, y por el corazón. No, no tengo ganas
de escribir. De lo que tengo ganas de es decirte cosas, y no me atrevo. Vaya estupidez ¿no? Y al no
atreverme a decir lo que tengo ganas de decir a quien tengo ganas de decírselo,
lo escribo, y se lo digo al aire. Como si el aire fuera a contestarme. Tampoco
me contestarás tú, así que, qué más da.
Ando buscando unos textos viejos, textos
escritos en momentos como éste, en los que tengo ganas de ti, y de repente, me
doy cuenta de que no los tengo, los textos, ni tampoco ya esos momentos. En uno
de mis frenesís limpiadores, los saqué del ordenador, sin comprobar si, en
efecto, los había guardado antes en algún sitio. Estaba convencida de haberlo
hecho. Mis textos son los que queda de mis momentos, de cualquier momento. Y al
descubrir que ya no están, que los he perdido, me siento mal, vacía,
abandonada. Mis textos son como tú, no están conmigo. La diferencia es que
ellos algún día estuvieron conmigo, y tú no lo has estado nunca. Porque tú eres
un sueño, un deseo, una imaginación…
Tú tomas muchos aspectos, te encarnas hoy en
éste, mañana en aquél. Un día eres pintor, otro eres músico de largas melenas,
otro más te encarnas en escritor, o en marino, o en un periodista. Un día eres
alemán, otro eres inglés, otro más escocés, también a veces australiano, en
ocasiones has sido francés, e incluso últimamente eres español. Qué más da si
eres alto o bajo, fuerte o esbelto, rubio o moreno, de pelo liso, rizado o
canoso. Siempre eres el mismo, el que pasa, se acerca, me hace una caricia, me
da un beso, y luego, siempre se va. Antes eras más joven, después te hiciste
mayor conmigo, ahora vuelves a ser joven. Unas veces, las menos, me haces daño
sin querer, otras, me lo hago yo sola, siempre imaginando que esta vez te
quedarás, y luego no te quedas. A veces te haces real, pero por poco tiempo. Te
desvaneces y luego, regresas a mi imaginación, te instalas en mi memoria, imagen irreal que toma muchos aspectos.
Te vas, siempre te vas. O quizás te vayas
porque te echo. Como a mis textos.