martes, 4 de agosto de 2009

Piensa el ladrón que son todos de su misma condición

¿Qué pasa, somos todos unos chorizos?

Si hay algo que me irrita, me fastidia y, para qué negarlo, me cabrea soberanamente, es que a la gente honrada de a pie nos traten sistemáticamente como si todos fuéramos unos chorizos y unos estafadores.

Por ejemplo, una, con toda la buena fe del mundo, quiere contratar un seguro, un seguro de los que anuncia Mapfre, esa compañía del anuncio del puente hacia el futuro, sí la de Mapfre no hay más que una, esa misma que, en su web, anuncia un seguro de autónomos, con una cobertura correcta en caso de quedarse sin trabajo, que en estos tiempos que corren es algo frecuente, y una cobertura médica correcta. Soy cliente de Mapfre desde hará ya unos 10 años o más, nunca he abusado de los “servicios” que ofrecen el seguro y la compañía, y he pagado religiosamente y a tiempo todas las cuotas, siempre. Así pues, hace unos meses, solicité información sobre ese seguro de autónomos: lo que ofrecía la compañía parecía correcto, y el precio, aunque nada barato, al alcance, justito, de mi bolsillo. Empecé el proceso de cambiar el tipo de seguro médico para contratar el de autónomos y, al final, después de Dios sabe cuánto rato al teléfono, me lanzaron una pregunta: "¿Usted trabaja en su casa o fuera?" Una, inocente e ingenua, a la par que sufrida autónoma, contesta, "En mi casa, como la inmensa mayoría de los traductores". "¡Ah! en ese caso no es posible contratar este tipo de seguro". ¡Sorpresa, desconcierto y estupefacción! Razonemos: soy autónoma, Mapfre vende un seguro para autónomos, hace tiempo que soy cliente de esta compañía y jamás mis gastos médicos han sido abusivos. “¿Dónde está el problema?”, pregunto a la amable vendedora de seguros que tengo al teléfono. La respuesta me deja helada: "Si usted trabaja en su casa, ¿cómo podemos controlar si está de verdad de baja cuando dice que lo está?"

Ya está, degradada a estafadora profesional y sistemática.

Esta mañana he ido a dejar el coche al taller. El primer y único parte de siniestro desde que tengo carnet de conducir, apenas 34 años, y en toda mi historia de pagadora de seguros de coche, unos meros 12 años. Una pequeña abolladura en el coche y algunas rascaditas, poca cosa. Tengo un seguro a todo riesgo, sin franquicias, y con coche de sustitución contratado. Una baratija de seguro, sólo unos casi 900 € al año, y eso gracias a las bonificaciones por buena conductora (no viene demasiado a cuento, pero hoy he descubierto que tengo ¡14 puntos!, en un carnet de 12).

De entrada, una pequeña formalidad, en la compañía de seguros, Génesis, no pueden empezar a tramitar el coche de sustitución hasta que no les llegue vía fax el parte de trabajo del coche.

Ya está, degradada a mentirosa y embaucadora profesional y sistemática.

¿Qué pasa? ¿Acaso se creen que me voy a molestar en llamarles a tres números de teléfono diferentes (uno para el parte, otro para el coche de sustitución, y un tercero para no sé que mas de lo que ahora no me acuerdo), esperar en cada llamada al menos diez minutos (con suerte) a que alguien me conteste, me ponga en espera unos cinco o diez minutos más, soportar las temibles grabaciones de “a la espera” y la espantosa y angustiosa música con la que te suelen “deleitar”, para luego no llevar el coche al taller ni recoger el maldito coche de cortesía?

Aquí, degradada a imbécil sin remedio, por soportar con paciencia de santo la tortura china de la musiquita.

Llego pues al taller y entrego el coche. El jefe de taller, muy amable, envía, o más bien intenta enviar el fax. Diez, quince intentos, el fax no pasa: "línea sobrecargada". Vuelvo a llamar, y tras veinte minutos de espera, al fin puedo hablar, y pregunto si no hay otro medio de que empiecen la tramitación; pues no señor, la burrocracia es la burrocracia. Al final consigo que me den un segundo número de fax. "Líneas sobrecargadas". Hablamos de una compañía de ámbito nacional, con mogollón de clientes, en agosto, cuando todo quisqui sale de vacaciones, en coche por supuesto, ¿y sólo tienen dos líneas de fax que sirven para todo?

Quince o veinte intentos después, otros quince minutos de “nuestras líneas están ocupadas, su llamada en seguida será atendida” y de ñigu ñigu de la molesta y repetitiva música que te endosan para distraer la espera al teléfono, y por fin, a la tercera va la vencida, alguien se digna hablar con el taller para comprobar que el coche efectivamente ha entrado.

Ya está, degradada a embustera compulsiva.

Por fin, al fin, empiezan a tramitar el coche de marras. Ha pasado una hora y media desde que entré en el taller. Ahí, chapó, diez minutos y puedo por fin ir a la agencia de alquiler de coches. Llego y ¡sorpresa! cerrada en horario de apertura. Quince minutos después aparece una empleada de Europcar. Pide carnet de conducir, DNI y... ¡Segunda sorpresa por totalmente inesperada! Tarjeta de crédito, o 170€ en efectivo. ¿Para qué? Fianza para la gasolina.

Ya está, degradada a estafadora y ladrona profesional y sistemática.

Yo no alquilo el coche, sino que lo hace la compañía de seguros; yo ya he pagado desde hace mucho tiempo para el maldito coche de sustitución. Que ponga la tarjeta de crédito la compañía de seguros. Por otra parte, y con los tiempos que corren, mi tarjeta de crédito ha volado, confiscada por el banco, ni tampoco dispongo de 170 euros en efectivo para que me los “guarde” un desconocido, cuando los necesito para ir a la compra, y ponerle gasolina al coche antes de devolverlo dentro de tres días. Ofrezco tarjeta de débito, dos de ellas a elegir, de dos bancos diferentes. Rechazadas con una ofendida expresión de inmenso asco y desprecio.

Ya está, degradada a tramposa, farsante y charlatana.

¿Cómo es posible que permitamos que nos traten así? ¿Quiénes son los estafadores, ladrones chorizos y mentirosos? ¿Los farsantes y patrañeros? ¿Por qué permitimos que nos humillen y nos rebajen a la condición de delincuentes, y lo aceptamos de buen grado?

Medir a todos por el mismo rasero no ha sido nunca de hombre justiciero.